De gran devoción en nuestro pueblo es la imagen del Cristo de
El Bonillo. Es una pequeña cruz de madera engastada en un lujoso relicario de plata.
La
cruz en sí, es de fina madera de nogal y en ella está pintada la imagen de
Cristo. Independientemente de los hechos que sucedieron y que le dieron fama,
no esta exenta de mérito artístico como lo corroboran los pintores que fueron
requeridos para su examen. La trajo de Roma Pedro Carralero, moje franciscano
que la recibió de un compañero suyo,
quien a su vez la había recibido directamente del Papa Gregorio XV, del que era confesor. Pedro Carralero viajo
desde Roma a El Bonillo. Tras permanecer tres jornadas hospedado en casa de
Antón Díaz, reemprede viaje a Toledo, dejándoles como regalo la cruz a Antón y
a su esposa, de la que era primo hermano.
Años
después, el 4 de Marzo de 1640, Antón Díaz se encontraba amasando harina en una
artesa bajo la Cruz. Al posar la mirada distraída en la imagen de Cristo, la
vio perlada de gotas, como si sudara. Consciente que no había humedad en la
pared, ni hacía calor, se asombró mucho y decidió llamar a su prima, la cual a
su vez llamó a un vecino. Los tres volvieron a comprobar esta maravilla.
Francisco Rentero, el vecino del que hablamos, fue al convento de los Agustinos
de la localidad y le contó lo sucedido a fray Miguel Garcés de la Cañada, padre
lector del mismo. Este acompañó a Francisco y a Antón, que los esperaba fuera,
a su casa para investigar el prodigio.
Cotejados los hechos personalmente, fray Miguel, dio parte al comisario del Santo Oficio, Juan Bautista Davia. Éste escoltado por cuatro presbíteros y fray Garcés, se presentó en la casa de Antón Díaz, descolgó la cruz, comprobó que ni la pared ni la sarga en que se apoyaba la cruz tenía humedad, Corroborando que el sudor estaba solo en la figura de Cristo y no en la cruz, ni en las espaldas. Por último se llevó la Cruz a la Iglesia de Santa Catalina, donde fue colocada en el altar mayor, en un nicho bajo llave. Pasaron dos semanas sin que se hubiera secado el sudor, a pesar del frío reinante, del que daba testimonio el agua bendita helada en la pila, y el nicho en que se encontraba la cruz seco, sin rastro de humedad.
Entonces, Andrés Munera y Romero, cura propio de la parroquia de El Bonillo, dirige un escrito al Cardenal de Toledo narrándole el prodigio del sudor, así como otro episodio anterior sucedido en torno a la casa de Antón y que pudiera tener relación. Este acaeció el viernes siguientes al día de la ascensión de 1638, entre las ocho o las nueve de la noche. Fue entonces cuando Isabel Paraíso vio encima de la casa de Antón Díaz, en medio de un gran resplandor, una imagen de Cristo Crucificado que parecía tener dos personas a los lados. Llamó a los vecinos, que vieron lo mismo. Antón Díaz, tardó algo más en salir y solo alcanzó a ver lo que parecían ser los pies de Cristo.
Cotejados los hechos personalmente, fray Miguel, dio parte al comisario del Santo Oficio, Juan Bautista Davia. Éste escoltado por cuatro presbíteros y fray Garcés, se presentó en la casa de Antón Díaz, descolgó la cruz, comprobó que ni la pared ni la sarga en que se apoyaba la cruz tenía humedad, Corroborando que el sudor estaba solo en la figura de Cristo y no en la cruz, ni en las espaldas. Por último se llevó la Cruz a la Iglesia de Santa Catalina, donde fue colocada en el altar mayor, en un nicho bajo llave. Pasaron dos semanas sin que se hubiera secado el sudor, a pesar del frío reinante, del que daba testimonio el agua bendita helada en la pila, y el nicho en que se encontraba la cruz seco, sin rastro de humedad.
Entonces, Andrés Munera y Romero, cura propio de la parroquia de El Bonillo, dirige un escrito al Cardenal de Toledo narrándole el prodigio del sudor, así como otro episodio anterior sucedido en torno a la casa de Antón y que pudiera tener relación. Este acaeció el viernes siguientes al día de la ascensión de 1638, entre las ocho o las nueve de la noche. Fue entonces cuando Isabel Paraíso vio encima de la casa de Antón Díaz, en medio de un gran resplandor, una imagen de Cristo Crucificado que parecía tener dos personas a los lados. Llamó a los vecinos, que vieron lo mismo. Antón Díaz, tardó algo más en salir y solo alcanzó a ver lo que parecían ser los pies de Cristo.
El
22 de marzo de 1640, el Cardenal contesta al párroco de El Bonillo,
comisionándolo para que se informe y de fe ante notario o escribano de dichos
sucesos.
Mientras se
instruía el proceso, el 21 de abril de 1640 sucede un nuevo prodigio: Estando
labrando varios miembros de la familia Chilleron, uno de ellos sufrió un
accidente y fue arroyado por la yunta de bueyes de su tío que venia detrás,
recorriendo unos ciento cincuenta metros arrastrado por el arado, arrancado
vides con el cuerpo; considerándose el accidente mortal. El médico que lo
atendió juzgó la curación como milagrosa. Cristobal Chillerón, el accidentado
declaró haberse encomendado al Santo Cristo recientemente depositado en la
Iglesia.
El cura, Andrés de Munera y Romero
informa al Cardenal-Infante declarando los sucesos anteriores como “cosa
sobrenatural y milagrosa.”
El
Consejo del Cardenal, a su vez remite los informes a dos catedráticos de la
Universidad de Toledo para que den su parecer. El 17 de julio de 1640, los
doctores de la Universidad de Toledo informan positivamente respecto de los
milagros del sudor y de la curación de Cristobal Chillerón. Exponiendo: “Estos
dos casos juzgados están bien probados y ser verdaderos milagros y no obrados
por virtud de causa natural..”
El
12 de abril de 1641 el Consejo de Cardenal-Infante del Arzobispado de Toledo da
“licencia y facultad para que los dos milagros …se puedan pintar y publicar
como tales…”
El cuatro de marzo se ha convertido en
fiesta local en honor del Santo Cristo de El Bonillo. En este día se dan cita cientos
de bonilleros de la diáspora que se las arreglan para venir a su pueblo desde
los más alejados lugares. Especialmente emotivo es el momento en que la imagen
del Cristo, portada a hombros de devotos bonilleros, cruza el umbral de la
Puerta del Sol y se asoma a un mar de expectantes cabezas que prorrumpe en
emocionados vivas. No se necesita ser creyente para experimentar esta emoción
colectiva que transciende lo espiritual para convertirse en algo físico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario